martes, 19 de enero de 2010

Barranco


Eran más de las tres, y andaba perdida caminando por la ciudad maldita, al lado de mi fracaso. Aposté a la nada y gané mi perdición ¿hasta cuando dejará de cobrar el destino todos los errores conmigo? Las sendas me llevaron a un bonito abismo, rodeado de dolor. La fragancia de tu recuerdo embriagaba mi mente en ese momento, seguí caminando mientras la brisa acariciaba mis mejillas, asomé la cabeza. Puñetero barranco. Me senté en la línea fronteriza del peligro y me burlé de él, asomé la cabeza sin miedo, pues en el momento que se encontraba mi vida me daba igual perderla que seguir con ella mientras lentamente la pena le daba muerte. Una bocanada de libertad azotó mis adentros, le dio la vuelta a mi corazón estrellado, y de repente corrí a esconderme al lado del llanto. Encajé pieza por pieza todos los momentos que me diste en el viento, se reconstruyeron mis imágenes en el horizonte, el silencio de tus palabras junto al mutismo de tus verdades hicieron en mí que galopara mi sin razón a la esquizofrenia bendita que me alejaba de la realidad que me rodeaba. Más débil que nunca te pedí clemencia, y más rota que siempre te supliqué cualquier rastrojo de tus besos.
Ya pasaban mas de las seis y era incapaz de levantarme, clavada en la orilla del abismo seguía recordando tu sonrisa, esa que me partía por mil trozos empapados de ti, esa que me llevaba a la locura y masticaba mi cordura. Me tenías agarrada en cuerpo y alma a tus manos, lo sabías y te aprovechabas de ello. Era imposible pensar en presente cuando ofuscabas todo mi pasado, me envolviste en las sábanas de tu dolor, y era imposible escapar de él. Era imposible escapar de ti. Me sentenciaste con tu mirada, me rompiste en dos, y te transformaste en mis sueños. Ya no era ninguna hora, era tu momento. Cerré los ojos y seguí al lado de la pena y el llanto.

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