domingo, 10 de mayo de 2009

IV. Inyección de vida en vena.

...Se sentía exiliada de la vida, se fumó la razón y se bebió su corazón trago a trago. No aguantó mas...

- Me sentía desterrada dentro de mi, me abandoné a mi misma en el camino hacía el mas allá, ¿de que me sirve vivir, si no se lo que es vida?... mas vale cerrar los ojos y dormir.
- No te martirices, es un intento fallido de tantos y tantos, que más da que ahora con lo joven que eres las cosas no te salgan bien... tienes todavía tiempo para rectificar. Cuando tienes esta edad, no te tiene que dar miedo volver atrás, tienes margen de tiempo para actuar a tu favor. No sigas machacándote, de que te va a servir... te volverás loca.
- Para eso te tengo a ti, para que lo evites.
- Te equivocas, yo no nací para ser ningún ángel de la guarda de nadie, eso no existe. Yo nací para acompañarte en tus aventuras y desventuras, y que cuando necesites llorar, secarte las lágrimas, y cuando quieras volar, yo soplar hacía arriba. Es como si fueras de mis entrañas, pero no debes aprovecharte de eso... No puedo hacer mucho mas por ti de lo que hago, que es consolarte, quererte, intentar protegerte... Eres tu la que debes de crecer, ser, y pensar por ti misma. Sabes que acarrea demasiadas trabas, a las que tienes que estar dispuesta a afrontar, por que es lo que toca. Es la vida en si...

Sabias las palabras que rebotaron en mi cabeza y se fueron por donde había venido, nada merecía la pena, si no iba a poder estar algo mejor. No deseaba encontrar la plena felicidad, por que no creía en ella, únicamente pretendía ser un poco menos desgraciada.
También es verdad que no me parecía justo que me encontrara así de mal, era muy egoísta por mi parte, y el mundo estaba demasiado preocupado en arreglar sus cosas. Cómo si de alguna fuerza mayor se tratara, viniera, y me solucionara a mi la vida, no era todo ni tan sencillo, ni mucho menos utópico. Nada merecía la pena, mis sueños estaban hecho añicos, yo misma era pedacitos de nada, y el mundo que me rodeaba era basura. Nada me llamaba a la existencia, nada me retenía, no me movían ansias de cambio, ni ganas de cambiar, no era y no sentía... a nadie le importaba, y mi existencia no era mas que eso... mera existencia. Estaba harta de lamentarme por las esquinas, pero mas harta estaba de no poder hacer otra cosa. No sabía salir de la espiral en la que se había convertido mi vida, era todo demasiado complicado. Pero en el fondo me gustaba vivir. Me gustaba existir, me gustaba ver, sentir, oír... me gustaba ser. Aunque mi vida no llevará ningún tipo de ritmo, todavía quedaba mucho camino que recorrer, en el fondo sabía que estaba deseosa de vivir nuevas experiencias, de salir del pozo que me había absorbido, y sabía que estaba deseosa de preparar mi corazón, para que volviera a latir con la misma fuerza que antes. De repente me sentí como si los muros de oscuridad que me amurallaban desaparecieran, como si me hubieran inyectado vida en vena. Quería ver luz, y estaba empezando a recordar lo que era. Me sentí con garra y fuerza, tenía hambre, hambre de mundo... y eso empezaba a gustarme.