Males de tontos, consuelo de idiotas.
El surrealismo embriagaba mis venas por momentos. La mezcla de cerveza y agonía no era buena para nadie, y yo la estaba viviendo en mis propias carnes. En estos momentos dejaba que mis dedos volaran por mundos inexistentes, y con solo mi recuerdo intentaran dibujar las líneas de su espalda. Me estaba volviendo loca, lo sabía, pero a mí me daba igual… dentro de un par de años me saldrían canas en las pestañas, de tanto esperar. Sabía que haber desaprovechado la última siesta para irme al lado de su llanto me pasaría factura, pero era algo que tenía que asimilar. Me asustaba tener que aceptar que no podría encontrar la felicidad por mí misma, que se me había puesto el corazón como una piedra, que solo se dedicaba a latir, que ya no sentía. Me deje llevar por la corriente, y ahora estoy medio ahogada y lejos de la tierra, supongo que estas cosas le pasan a todo el mundo.
De momento me conformaba con otro trago de cerveza, y con música de fondo… No debía ser tan difícil superarlo, en el mundo hay cosas peores y la gente sale, pero esto es lo de siempre, males de tontos, consuelo de idiotas. Males de gente que se entrega al ciento diez por cien y le rompen de pies a cabeza e idiota por pensar que gente que no conozco me va a curar la pena con sus penas.
Decidí salir a pasear, que era lo único que me podía animar un poco. El día era gris, llovía, y a pesar del abanico de la colección de paraguas, y el abanico de colores que había en la avenida principal, no ayudaba a la causa, de hacer que una se encontrara un poco mejor. Nunca me gustaron los paraguas, siempre que podía evitaba meterme debajo, realmente experimentaba sensaciones claustrofóbicas allí debajo, no me dejaba ver lo que había fuera, no me dejaba controlar la situación, y si algo me gustaba en esta vida era eso, controlar las situaciones, todo lo que pasaba, todo al milímetro, que las cosas pasaran según lo establecido. Lo que me estaba sucediendo era eso, que desde un año en adelante mi situación, mi vida, se me escapaba de las manos- Y las cosas pasaban sin esperármelas. Eso me disgustaba.
Los planes de mi vida se fueron a la mierda en un tiempo record, y no tenía ningún plan de emergencia con el cual contraatacar, por eso solo me quedó aguantar el chaparrón, sin paraguas… para mojarme más. El masoquismo era algo que formaba parte de mi, a veces pensaba que me gustaba martirizarme, autodestruirme, pero todo el mundo en el fondo somos iguales.
Seguía paseando, mientras pensaba. Cada vez era más pesimista. Sabía que debía creer en tales esperanzas que todo el mundo me quería hacer ver, pero no era así, únicamente me dedicaba a vagar por el mundo, sin molestar a nadie. Paseaba por la ciudad escuchando rock’n’roll, mientras llovía. Mi familia y mis amigos decían que cada vez estaba menos cuerda, lo peor de esto es que me lo estaba empezando a creer. Mientras veía a la gente andar muy rápido, pensaba en lo desgraciada que era ser yo y tener mi puñetera vida, pero ver la cara de esa gente me reconfortaba, sabía que ellos eran mucho más desgraciados que yo. Así que me consideraba fuera del mundo, me transportaba a la estratósfera y flotaba por la urbe, mientras mi cerebro mandaba ordenes de pasear por las calles principales con el proposito de sentirme bien, gracias a la desgracia de ajenos. Pensar en lo que relativamente feliz que fui, y en lo relativamente desgraciada que me sentía. Siempre supe que me ahogaba en un vaso de agua, no estaba acostumbrada a sufrir, crecí en una burbuja translúcida que me deformaba la realidad. Mientras seguía paseando me di cuenta de que mi burbuja explotó, y empezaba a madurar. El proceso era lento, pero cuando empezaba ya no podía parar.
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